En el mar nos picaron los mosquitos,
y nos separaron en habitaciones con techo bajo
y papel con flores rosas,
allí los días y los ceniceros se llenaban de largas siestas,
y de vapor, recuerdo el pasillo por el que me dolian las piernas,
pensando en tu sudor etrusco y tu sonrisa clara
en todo lo verano que era, en nuestra arena, con besos acicalados
el pelo, y tus enredos,
yo también bese a otro esa noche de verbena y saltos,
y después te bese a ti y comparé,
la última vez, no quería que me tocases tan dentro, ni tan rápido,
la última vez la hubiese cambiado por un bote de coca-cola light
y un bocadillo de calamares
en la plaza mayor.
Te fuiste a trabajar y me quedé en tu olor, tartamudo,
En esa casa con pasillo infinito y gente viviendo por no hacer otra cosa,
esa casa sin noches reales, y con un telefono fijo lleno de garabatos,
ya sabes cuál. Nunca me dijiste: ven.
Y yo sin embargo lo dejé todo.
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