El hecho
indecente,
de que no te hayas acordado de mi
hoy
ni un instante
ni un mísero traspiés
en el pasado
de la neblina
de nuestra
sí, nuestra, digo,
exquisita
no por eso menos insoportable
forma de relacionarnos,
hace que de pronto,
seamos tan distantes.

Hoy casi no me he acordado de ti.
Lo confieso.
Salvo, por este,
locus amoenus
no menos indecente,
que tu indecencia total,
ausente de vergüenza,
globalizadora,
mordiendo la última cena.

Te dedicas en cuerpo y obra
a tu labor de malcriarte.

Cuando
estés en
un artefacto, de fuegos artificiales,
del todo artificial,
y
tampoco pienses en mi,
porque el cielo esté lleno de luces,
simpáticas y efímeras,
sabrás,
pero breve,
casi nada,
que ya he lagrimado todo lo que me quedaba húmedo.


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